Pocketeers, los juegos de bolsillo
A mediados de los setenta y antes de que muchos de nosotros supiéramos lo que era una consola, un “juego de bolsillo” hacía furor en los patios de los colegios. En ocasiones incluso a la hora de clase, provocando el «secuestro» de nuestro juego preferido por parte del profesor y ganándonos una reprimenda de nuestros padres… «¡Ya te he dicho que no lleves esos juegos al cole!», gritaban.
Inventados en Japón, por la juguetera Tomy (que nos inundaría más tarde con todo tipo de juguetes portátiles electrónicos), los llamados originalmente Pocketmates, en Europa fueron conocidos como “Pocketeers” (bolsilleros), y luego pasarían a llamarse simplemente “Pocket Games” en Estados Unidos. A España desembarcaron tarde, pero cuando llegaron simplemente fueron los “Juegos de Bolsillo” de Geyper, por supuesto.
Mi toma de contacto con estos ingenios diabólicos fue en el país vecino, Andorra. Se encontraban en los supermercados más destacados, y mi padre que siempre fue (y sigue siendo) un coleccionista empedernido de chorradas, picó el anzuelo comprando el primero de los “Pocketeers” que era el del «Casino«.
Por supuesto , la colección tenía juegos para niños, y otros para no tan niños, como es el caso del que se compró mi padre o los que imitaban las máquinas “tragaperras”.
Con los años y los viajes a Andorra y Francia, mi colección de “bolsilleros” se fue acrecentando, hasta que llegaron las Game & Watch, las cuales ocuparon el mismo espacio (en mi pantalón), que los Pocketeers.
Seguro que estáis hartos de escuchar el típico refrán de “esto es más simple que le mecanismo de un chupete”, pues bien , así mismo es como definiría los mecanismos que hacían funcionar estos ingenios. Principalmente, se movían “a cuerda”, e incluso algunos de ellos, no tenían ni siquiera nada que los moviera. Tan sólo eran un conjunto de resortes, como era el caso de divertido “Basketball”, que me recuerda muchísimo a una máquina de baloncesto que había en el parque de atracciones del Tibidabo, en la que para tirar a canasta había que presionar a mano unos resortes que empujaban la pelota hacia la canasta.
Estos juegos, eran tan variados como la imaginación de los creadores, y mediante imanes, cuerdas, y bolas, nos hicieron disfrutar de juegos de deportes, acción, de azar, de habilidad… no había género que no se pudiera recrear con una de estas maquinitas.
A pesar de que básicamente los juegos eran los mismos, dependiendo del país en el que se comercializara y en ocasiones dependiendo de las licencias, variaban un poco entre sí. Por este motivo nos encontramos el juego coches (o sea coche, porque solo hay uno) convertido en juego del Pato Donald en el que llevamos una lancha, pero que a fin de cuentas es exactamente lo mismo.
En Japón había algunos que incluso tenían alguna portada un poco “picarona”, ya se sabe como son los nipones ;).
En los últimos años de vida comercial, aparecieron algunos nuevos modelos inspirados en los grandes éxitos arcade del momento, desconozco si pagando licencia, o por el “morro”.
Yo les perdí la vista en un par de años, pero por lo visto, se siguieron comercializando en Estados Unidos hasta 1987, lo que no está nada mal teniendo en cuenta que para esa época ya estaba casi lista la Game Boy de Nintendo.
Si queréis más información sobre estos ingeniosos cacharritos, podéis visitar la guía online de los Pocketeers, con el catálogo completo.
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